sábado, 30 de abril de 2011

Día del niño

La persona que me hacía sentir niño no está, así que deje a mi niño dormido, para que no se ponga triste.

Quería jugar hoy e ir caminando con el de su mano, pero un día esa persona dijo que ya no, que no quería jugar más con él, así que se puso muy triste, por ello, lo arrope, lo mande a la cama, lo acosté y lo arrulle para que durmiera; se que así, a pesar de que sigue triste, podrá descansar un poco, podrá olvidar; tengo la última esperanza, que un día que despierte, no me pregunte insistentemente “¿Puedo verlo?”, porque me lleno de pesar, de tenerle que responder “no, hoy no puedes verlo”.

jueves, 10 de marzo de 2011

El dilema del erizo

Por: Arthur Schopenhauer

Un grupo de puercoespines se apiñaba en un frió día de invierno para evitar congelarse calentándose mutuamente. Sin embargo, pronto comenzaron a sentir unos las púas de otros, lo cual es hizo volver a alejarse. Cuando al necesidad de calentarse les llevó a acercarse otra vez, se repitió aquel segundo mal; de modo que anduvieron de acá para allá entre ambos sufrimientos hasta que encontraron una distancia mediana en la que pudieran resistir mejor. Así la necesidad de compañía, nacida del vacío y la monotonía del propio interior, impulsa a los hombres a unirse; en sus muchas cualidades repugnantes y defectos insoportables les vuelve a apartar unos de otros. La distancia intermedia que al final encuentran y en la cual es posible que se mantengan juntos es la cortesía y las buenas costumbres. En Inglaterra a quien no se mantiene esa distancia se le grita: keep your distance! – Debido a ella la necesidad de calentarse mutuamente no se satisface por completo, pero a cambio no se siente el pinchazo de las púas. No obstante, el que posea mucho calor interno propio hará mejor en mantenerse lejos de la sociedad para no causar ni sufrir ninguna molestia.

Schopenhauer, Arthur. Parerga y Paralipómena (Vol. II). Ed. Trotta. Madrid. 2009. Pág. 665.

domingo, 30 de enero de 2011

Mudanzas

La vida marca poderosamente sus cambios cuando es tiempo de abandonar un lugar y regresar a uno nuevo, es pues, la pista de salida de los cambios siempre es abandonar una casa –que puede llegar a ser hogar- por otra casa –con potencial de ser hogar-.

Este fin de semana me cambie por 11ava ocasión de casa, permanezco en el DF, pero mi madre nuevamente cambio de casa, como expresión de los cambios tan radicales que ha tenido la familia en estos meses, difíciles para más de uno.

Ver tus cosas en cajas, cargar y cargar muebles, estar a la disposición de lo que la vida dispone, genera la siempre pulsante nostalgia y un sentimiento de desarraigo hacía todo, ¿de dónde soy si donde estoy ya no estaré?

Cada día dejo más cosas en el camino, dejo disperso lo que antes me generaba ansias y magníficos recuerdos, hoy aparentemente están más que atrás; solo pocos asuntos me ocupan, lo esencial, como cada cambio, donde desechas lo que no es necesario, por lo indispensable.

Solo hay un solo lugar donde me he sentido en un hogar, y es donde crecí, donde fueron mis años de infancia, ese hogar está en venta y todavía más desarraigo siento: las personas significan ya mi hogar, porque ahora llegar a una casa no me hace sentir menos solitario, si no ver a ese grupo –cada vez más reducido, cada vez más significativo- que llamo familia.

Mientras moví cajas y muebles una vez más, viendo un techo que no reconozco, dos canciones llegaron a mi mente, aquí se las dejo.