sábado, 11 de febrero de 2012

Tres historias de taxistas


1.- Era mediodía y tenía que llegar a la escuela rápido. Levante mi brazo derecho esperando que un taxi me hiciera caso pero no fue sino hasta varios minutos, mis ansias me comían. Uno me ve, se detiene, es un vocho con los vidrios polarizados, subo y me siento atrás con facilidad ya que no había asiento del copiloto. ¡A qué mundo entré!, por dentro parecía de noche, cortinas cubriendo las ventanas, luces de neón por los costados, una santa muerte pequeña apostada debajo de la guantera, el hombre solo miraba al frente: “a donde va”, y les respondí con rapidez el nombre de mi escuela, manejó rápido. Cruzó calles y yo me intoxicaba en el olor a mota que había en el ambiente, luz roja, se detiene y me mira “¿tú qué haces aquí? ¡Bájate!” abrió la puerta y me dejo a una cuadra de mi escuela, el vocho se fue apresurado por una pequeña calle y no estoy seguro si ese hombre pueda llegar a su destino.

2.- Era ya muy tarde, tome el autobús equivocado, necesito un taxi. Me apuesto en la esquina y un taxi se acerca a mi llamado, me subo y le indico que me lleve a la escuela de mi amigo. El hombre maneja entre calles y responde al teléfono: “Si, ya lo sé, ya voy, pero no le digas a papá, se pondrá mal, si ya sé, estoy trabajando pero no le digas que estoy en esto, no, ya le llame, no me responde, ya tranquila, ya me voy”. Al colgar el teléfono el hombre (sin perder un segundo el uso del auto) estalla en llanto, me dice, “lo siento joven, es que mi mujer acaba de morir y así uno se siente”. ¿Qué hago? Solo respondí que comprendía, en realidad no. “Ni mi familia ni mis amigos me responden, ya no se puede confiar en nadie joven, me deben mil pesos para el ataúd de mi mujer y no me los dan”, dijo el hombre en pena. Llegamos a la escuela de mi amigo, saco cien pesos de mi bolsillo y se los doy: “espero esto le pueda ayudar”, el hombre solo hace una expresión de alivio, bajo del taxi y camino. Primer pensamiento, ¿Qué tal si solo me estafo? Al menos mi conciencia se bajo limpia.

3.- Al subir al taxi no sabía nada. El taxista me comentó todo, salud, deporte, política, sociedad, historia, me moralizo sobre mi vida. Lo único verdadero dicho en ese taxi es que ese hombre se había divorciado. La más grande mentira jamás dicha, el había llevado a tres presidentes de la república en ese auto, ¿Cómo lo sé? Era modelo reciente.