Nivel cuatro, suspensión total de clases hasta el seis de mayo, el mundo sigue de cerca los casos y el virus se esparce, todos toman sus previsiones, si así fuera todo, si estos titulares significaran la vida en México el pánico seria seguro, pero no, lo que hay son dos tendencias, dos comportamientos.
La información se dispersa y se amplia, crece de manera amplia, errática, florece y se interpreta. Nos hemos vuelto expertos, nuestro vocabulario se amplia, sabemos que es H1N1 a pesar que no sabemos que signifique su nomenclatura, sabemos que es un virus a pesar que no sepamos la diferencia de virus y bacteria, sabemos qué hacer ante la epidemia pero no que efectos implica; somos expertos a medias, pero discutimos de manera ardiente como si lo fuéramos, no dudo que así hemos sido, en las elecciones de 2006 debatimos incansables, ahora lo hacemos de nuevo, algunos se enojan, otros creen que es paranoia, pero a final de cuentas, nadie ha apagado el televisor.
El otro es tal vez uno que extraña a muchos que se dicen conocedores del mexicano, el personaje siempre desinteresado y desparpajado es ahora responsable, aumentan los cubrebocas (los jóvenes no pierden la oportunidad de sacar mascaras profesionales que compraron alguna vez), aumentan los que recurren a las clínicas y las farmacias, no salen a casa y han decidió protegerse, han decidido guardarse en casa y estar con los suyos. No han faltado los mensajes, las cartas, las llamadas, queremos saber qué pasa con los queridos, queremos pasar con los amados, los familiares y los conocidos, quienes por esto los hemos dejado de ver, o tal vez, hemos vuelto a recordar.
Muchos lo llaman solidaridad, todos con todos, unidos en eso, que a todos nos puede afectar, otros le llamaran miedo, ven el final muy cercano, prematuro, por ello tal vez algunos hermanos se han reconciliado, algunos amigos reencontrado, algunos amores habrán nacido del enclaustramiento, algunas amistades se habrán transformado en hermandades, pero muchas son por miedo, no queremos soledad y menos cuando estamos poco a poco esperando ese juicio, el que nos mencione que todo está bien, o todo empeorara.
Los iníciales sardónicos, los críticos y conspiracionistas, ellos han callado ya, no prosperaron, el peso de la organización mundial, del manto de lo insondable y avasallante los ha dejado a ellos en ridículo cuando su objetivo era dejar a alguien en el ridículo.
Seguimos enclaustrados, pero no mucho, las labores no pararon, pero seguro algún obrero pensó dos veces en subir al pesero, alguna enfermera dudo de subir al metro, algún electricista dudo en acudir a una casa, algún oficinista pensó que los muros falsos de su trabajo irrelevante eran mortales.
Todos ellos que se arriesgaron por que tienen que llevar pan a la mesa, tuvieron un miedo mas, tal vez momentáneo, pero colectivo, un pequeño sismo, 5.6 en la medición Richter, el Paseo de la Reforma se lleno de aquéllos que no habían salido a las calles días antes y le devolvían vida a la calle que había perdido en estos días. Córdova se sorprende, estaba en conferencia de prensa, para sus argumentos y espera a ver qué pasa.
Felipe Calderón no apareció hoy. ¿También se ha enclaustrado?
Nivel cuarto, todo el país sin clases, ya se siente nacional y mundial, no solo capitalino ni metropolitano, un poco de azoro y expectativa, pero a pesar de todo, mañana tenemos que salir a trabajar.
Una foto en la prensa me enterneció, un raido leoncito deambula por las calles con su cubrebocas.
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