viernes, 18 de junio de 2010

Saramago




Una construcción tardía e inescapable de crítica y belleza, de política y arte, rostro de militancia, constancia y estética en la expresión de un hombre que a la velocidad que la lengua portuguesa expresaba lo inmerso, sociológico y sumamente dialectico de las palpitaciones más profundas del humano en sociedad.

Incomodo en sus formas, provocador irredento y pesimista comunista; no dejaba que las reglas no escritas de una profesión de lo escrito no le permitiesen expresar lo que auténticamente sentía y que en ello fuera una preocupación auténticamente política, no temía de denunciar y encontrar fascinación casi sociológica en la expresión de un mundo para él, en eterno espiral capturado del capitalismo.

Vida de devoción tardía por las letras, después de primerizas desilusiones, de militancias interrumpidas, ve en la Muerte de Ricardo Reis, o Los Cuadernos de Lanzarote expresiones del juego literario y narración expresa de la vida insular, Ibérica en lo autentico.

Juguetón, cómico y fantástico es cuando por sus Pequeñas Memorias, El viajes del Elefante, o sobre Casi un Objeto, el hombre es revelado como ficción de sus decisiones reales, de sus absurdos constantes y de su arrojo en situaciones extraordinarias.

Polemista irredento y retador, El Evangelio según Jesucristo y Caín pasa por su extrema militancia del ateísmo, la incoherencia bíblica y la plena imaginación de las escenas del mundo de la religión del libro, del origen supuesto del hombre y sobre la extrema humanidad de los actos divinos y consagrados. No importando de retar la vieja institución milenaria, Jesús es ficción y así lo trata con ingenio.

Criticado en extremos políticos y en otros literarios, militar directamente desde la visión de la democracia, de la incompetencia final que lleva a los pequeños resquicios de inicial civilización en los ensayos, de la Lucidez y la Ceguera, o de una nacionalidad trepidante y de mareas separantes de la nación Ibérica; esa nación pequeña y separatista.

Su arte es simplemente expresión de esa estética entregada a ver las líneas delgadas de la humanidad bajo un orden fuera de su forma y proporción de la visión militante; no hay temor en expresar ni en alejarse de su propiedad de hombre de letras.

Ahora ha recibido el sobre purpura, indicando con un tiempo de segura anticipación como dio la misericordiosa muerte en sus intermitencias para que pudiese arreglar lo poco que tenía pendiente; permitiéndole saltar al incesante vacio de la nada y a la sombra de sus letras de legado.

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